miércoles, 14 de diciembre de 2011

¿Tiene México un plan para domar al dragón chino?

14 Diciembre, 2011 - 01:50

La baja en aranceles es devastadora; recuerda que en México no hay una estrategia para relacionarse con la segunda mayor economía del mundo.

¿Tiene México un plan para domar al dragón chino? Si lo hay, es el momento de que se manifieste. La entrada en vigor del acuerdo para reducir drásticamente los aranceles a los productos chinos amenaza 100,000 empleos en el sector del calzado y varios miles entre fabricantes de ropa, juguetes, cerrajería, velas y material eléctrico.

Hay quienes piensan que son insignificantes los 209 aranceles que se modificaron el 12 de diciembre, porque representan sólo 2% del total del comercio con China. ¿Qué más da, si la mayor parte del daño ya está hecho?, dicen. Ponen como ejemplo a la industria textil. Hace una década contabilizaba 700,000 empleos; ahora, cuenta con 310,000. La Cámara Nacional de la Industria Textil atribuye la pérdida a las importaciones chinas.

Vamos por partes. Un país como México no se puede dar el lujo de perder 100,000 empleos, ni siquiera la tercera parte de ellos, suponiendo (sin conceder) que los empresarios estén exagerando las cifras. Tampoco León y Guadalajara pueden resignarse a ver una muerte masiva de sus empresas zapateras. Son parte de su historia industrial y un semillero de talentos empresariales.

Tenemos un gran asunto pendiente. La baja en aranceles es devastadora, sobre todo, porque nos recuerda que México carece de una estrategia para relacionarse con la segunda mayor economía del mundo. Nos ha faltado agresividad en la promoción de inversiones chinas. México no está en el top five de AL. Estamos lejos de las cifras de Brasil, Chile, Perú o Argentina en la captación de recursos chinos, que cuentan en miles de millones de dólares los proyectos del dragón en sus tierras. Revisar la balanza comercial es otra forma de ver nuestra incapacidad frente a China.

Destaca nuestra incapacidad para penetrar en su mercado. Las exportaciones mexicanas al gigante asiático totalizaron US4,198 millones en el 2010. Nuestras importaciones fueron 10 veces mayores: 45,608 millones. El déficit comercial es una herida que no cicatriza. En 1990 era apenas US6.8 millones y ahora supera los 41,00 millones. En dos décadas se multiplicó por un factor de 6,000.

¿A qué jugamos con China? Nos falta un imán para atraer sus inversiones. “No queremos ser la próxima África de China”, decía un funcionario mexicano según cables de WikiLeaks. Está bien, pero ¿qué queremos ser? Tampoco avanzamos en la conquista de su mercado. Para colmo, somos poco eficaces para proteger el nuestro. Las importaciones legales han vivido un boom y el contrabando no canta mal las rancheras. China ha sacado la mejor parte de la relación económica bilateral con México, en buena medida porque sabe lo que quiere: conquistar el mercado en bienes donde es altamente competitivo: textil, calzado, juguetes, material eléctrico y, recientemente, instrumentos electrónicos complejos.

Ahora busca un TLC, dice el Consejo para la promoción del Comercio Internacional.

México está pagando el precio de no tener una estrategia. Una muestra de esto es la carencia de respuestas puntuales a los productores amenazados por la reciente desgravación arancelaria. No se trata de que los salven, sino de entender cuál es el plan de México frente al dragón, enfrentarlo, contentarlo o hacer como que aquí no pasa nada. La pregunta está abierta: ¿qué queremos hacer con China?

lmgonzalez@eleconomista.com.mx

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