Encuentro con un Publicista
Allá en el bosque, sentado sobre el tronco de un árbol caído, Cri Crí se ocupaba en borrar de la pauta muchas notas musicales sin porvenir, un ruido de pisadas en la hojarasca lo distrajo y alzando la cara vio venir hacia él un hombrecillo regordete con una facilidad de palabra que demostraba haber practicado mucho. El recién llegado se presentó: Ditirambo Farfulla a sus órdenes ¿Ordenes ? Cri Crí no se las da a nadie como no sea un reloj despertador para que repiquete a las seis de la mañana. Bien, pues el muy conversador Ditirambo Farfulla resulto ser un publicista en busca de nuevos horizontes. Publicista es aquel que redacta y se encarga de hacer circular anuncios, avisos y toda clase de reclamo comercial. Este Farfulla pretendía entrar al País de los Cuentos, terreno vírgen en cualquier tipo de promociones, mas aunque no se necesite pasaporte al país de los cuentos no se entra así como así. Es preciso tener costumbre de traspasar las fronteras entre lo real y lo imaginario. Como a Cri Crí le encanta introducir gente nueva, con la mejor voluntad tomó la mano de Ditirambo Farfulla y en menos que canta un gallo ya estaban ambos al otro lado.
Hay que confesar que el País de los Cuentos se parece mucho a nuestro mundo, excepto en el modo como ocurren las cosas. Sin dejar de pensar en el interés que le movía, Farfulla encauzó hábiles preguntas para averiguar quien era el personaje más rico en el País de los Cuentos.
"Yo soy rico" aseguro Cri Crí. Gasto menos de lo que gano y siempre me sobra, pero no era éso lo que Farfulla quería saber sino quien tenía más propiedades en aquella región. Después de un breve silencio Cri Crí recordó que el dueño de bosques, prados, lagunas y lomas era el gnomo ¿Y cómo llego ese gnomo a adquirir tantas riquezas ? Muy sencillo respondió Cri Crí. Gritaba "ésto es mío, ésto es mío, ésto es mío" y así gritando terminó porque todo era suyo. Ditirambo Farfulla estaba pasmado de admiración. A su vez, codiciando una vega florida, pretendió gritar ¡Esto es mío!. "Imposible" le advirtió Cri Crí porque el Gnomo ya gritó antes. Lamentando no ser propietario a tan poco costo Ditirambo Farfulla se consoló con buscar a tan afortunado magnate para sacarle dinero a cambio de publicidad, pero una cosa es buscar al Gnomo y otra muy distinta dar con él.
© Francisco Gabilondo Soler " Cri-Crí el Grillito Cantor"
Hablando de influencias literarias Francisco Gabilondo es indudablemente, si no la más, una de las fuertes y significativas en mi formación. En parte porque prefiero escuchar a leer pero principalmente porque los cuentos de Francisco no son propiamente cosas de niños sino de adulto, de un hombre que le cuenta sus quitas a un niño, a sabiendas que no sera entendido, con la esperanza de dejar una semilla que con el tiempo compartirá una vivencia.
La historia de Farfulla y el gnomo ha sido una de las que más me han intrigado. Ahora sé que gastar menos de lo que se gana y poder ahorrar es un privilegio que pocas personas en el mundo tienen y, como ahora ya no soy de esos, entiendo hasta las entrañas que nosotros los que vivimos al día también somos gente. Pero cuando era niño de privilegio no lo entendía y me intrigaba.
El método de adquisición de riqueza del gnomo es el único posible pero hay una diferencia fundamental entre el mundo de la fantasía y el de los hombres. En el mundo de los hombres la precedencia histórica solo es relevante en lo táctico pero lo esencial es la fuerza, a la que el fuerte llama justicia, y el más fuerte, derecho divino o destino manifiesto.
Cuando nació el hombre no existía más propiedad que el palmo de tierra que pisaba cuando lo pisaba, el cachito de rió donde bebía cuando bebía, la sombra donde dormía cuando dormía, y la mujer que se cogía cuando se la cogía.
Un día a una mujer - siendo ella misma semilla, tierra, y agua - tal vez en la penumbra donde terminan los sueños y nace el día, le hablo Dios de las semillas de los cereales y del ciclo de la vida, de la resurrección de los muertos, de los caminos del sol, y de ritmos. Tun, Tun, Tun. Y la mujer aprendió a sembrar y a cosechar y a escoger y a adaptar.
Con la agricultura llego la necesidad de asentarse y el uso de la fuerza para defender y ocupar buenas parcelas, salvaguardar y saquear buenas cosechas. Pero el concepto de propiedad privada tomo milenios en desarrollarse a partir de la idea de propiedad comunal y el entendimiento de que Dios, el dueño del mundo, es un miembro de nuestro clan.
Dicen los que han visto cosa tan triste, que en la India, por decir un lugar de donde he oído la historia, en villas asoladas por la sequía y la hambruna, donde todos mueren de hambre, los depositarios de semilla madre destinados para la siembra están llenos. ¿Porqué?¿Porque no usar la semilla y vivir unos días más? Cada campesino es un sacerdote del culto de la vida y la resurrección y acabar con la semilla es un sacrilegio y una traición a las abuelas milenarias que desde antes de la historia han trabajado en crear las variedades que tenemos hoy, pero aparte consumir la semilla es consumir la esperanza de la siguiente cosecha y sin esperanza no puede haber vida.
Igual que el gnomo las grandes corporaciones como GM, Monsanto y Bechtel se declaran dueñas del agua, del aire, del sorgo, el arroz, la cebada, de la vida misma y por lo tanto del cuerpo de todos y cada uno. ¿Tendrán toda la justicia y derecho divino de su parte o nos quedara a los nadies un poco de vigor?
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